
Para hablar de la hipnosis volveré a citar a Sigmund Freud, que como médico investigó esta técnica en profundidad. Al principio utilizó la hipnosis para el tratamiento de la neurosis, pero posteriormente, confesándose un mal hipnotizador, lo abandonó para formular su teoría del psicoanálisis.
En términos técnicos, la hipnosis es una técnica con la que conseguimos un estado psico-fisiológico diferente del estado de vigilia normal, caracterizado por una gran sugestionabilidad, es decir, que la persona bajo hipnosis acepta como reales las sugestiones que le propone el hipnotizador. Por ejemplo, si se sugiere calor, empezará a sentirlo como real, porque se produce una disociación entre el consciente y el inconsciente en nuestra actividad mental disminuyendo notablemente la capacidad de raciocinio y auto-consciencia.
En general esta practica no es peligrosa,no obstante no debe someterse a hipnosis a esquizofrénicos y epilépticos,ya que podría empeorar su enfermedad además de la dificultad para hipnotizar a estos pacientes.
La hipnosis puede usarse para inducir a una persona a realizar acciones que no consentiría siendo consciente, por lo que el hipnotizador debe ser una persona cualificada con ética profesional; también para tratar todo tipo de trastornos mentales y psicológicos: fobias, miedos, traumas, depresión, angustia, nerviosismo, estrés, eneuresis nocturna, timidez; y en el campo de las adicciones, es de un éxito notorio para dejar el tabaco, así como para tratar ludopatías, alcoholismo, etc.
La hipnosis se consigue mediante la aplicación de técnicas que levan gradualmente al paciente al estado hipnótico. Primero queda sometido a una realajación muscular (estado letárgico) cada vez más profunda hasta el abandono de cuerpo, y finalmente se llega al trance más profundo que corresponde al estado sonámbulico en el que el individuo es capaz de abrir los ojos sin salir del sueño hipnótico, aceptando todas las sugestiones que le imponga el hipnotizador.
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